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domingo, 16 de noviembre de 2025

Influencers de 2025 vs. los Influencers de 1927: Dos épocas, dos formas de cambiar el mundo

Hoy, cuando escuchamos la palabra “influencer”, pensamos enseguida en jóvenes que dominan TikTok, el mundo de YouTube o Instagram. Personas que generan tendencias con un video de 30 segundos, que saben cómo conquistar algoritmos y que mueven audiencias más rápido de lo que tarda en cargarse una historia. Su impacto es inmediato, visual, fugaz. Entra en nuestra pantalla, nos entretiene un momento y desaparece con el siguiente scroll.

Pero hace casi un siglo, mucho antes de los likes, los hashtags y las colaboraciones pagas, existió otro tipo de influencia. Una que no se medía en seguidores, sino en ideas. Una que no buscaba viralidad, sino comprensión. Una que no cambiaba modas… sino la estructura misma del universo.

Influencers de 2025 vs. los Influencers de 1927: Dos épocas, dos formas de cambiar el mundo

La Conferencia Solvay de 1927: Cuando los verdaderos “influencers” eran científicos

En 1927 tuvo lugar uno de los encuentros científicos más importantes de la historia: la Quinta Conferencia Solvay, celebrada en Bruselas. Allí se reunió un grupo de mentes tan brillantes que, visto desde hoy, parece casi imposible que hayan coincidido en un solo salón. Entre ellos estaban:

Marie Curie, pionera absoluta en el estudio de la radiactividad.

Albert Einstein, el hombre que reformuló el tiempo, el espacio y la energía.

Niels Bohr, arquitecto de la mecánica cuántica.

Werner Heisenberg, creador del Principio de Incertidumbre.

Erwin Schrödinger, quien transformó la física con su famosa ecuación cuántica.

Max Planck, padre de la teoría cuántica.

No tenían cámaras, ni micrófonos direccionados, ni un equipo de marketing detrás. Nadie posaba para miniaturas de YouTube ni hacía retos virales. Pero cada uno de ellos cargaba sobre la mesa una herramienta mucho más poderosa: una idea capaz de cambiar el futuro de la humanidad.

Influencia antes de las redes: transformar el mundo, no llenar un feed

Mientras que los influencers actuales logran impacto mediante la exposición constante, los científicos de 1927 lo lograban desde la reflexión profunda, la discusión rigurosa y descubrimientos que reescribieron la historia.

De aquella conferencia surgieron conceptos que hoy sostienen:

La electrónica moderna

La computación

Las comunicaciones digitales

El láser

Los semiconductores

La energía nuclear

La tecnología médica basada en imagen, como rayos X y PET

La base matemática y conceptual de toda la física cuántica actual

Es irónico: sin el trabajo de esas mentes de 1927, muchos de los dispositivos que permiten que hoy existan los influencers —cámaras, teléfonos, redes, sensores, pantallas— jamás habrían sido posibles.

Dos épocas, dos influencias

Esto no significa que los influencers actuales no tengan mérito. Navegar redes, entender audiencias y generar contenido constante también exige creatividad, estrategia y una buena dosis de valentía. Pero son dos formas completamente diferentes de influir.

Los influencers de 2025 moldean gustos, modas, tendencias y comportamientos inmediatos.

Los influencers de 1927 moldearon la ciencia, la tecnología y la forma en que entendemos la realidad.

Uno genera impacto emocional rápido; el otro, impacto intelectual profundo. Uno vive en la inmediatez; el otro, en la posteridad. Uno trabaja con audiencias; el otro, con ideas que se vuelven universales.

Mirar el pasado para entender la palabra “influencia”

No se trata de decidir quién es “mejor”, sino de recordar que la influencia adopta muchas formas. Algunos cambian el estilo de vida de una generación; otros cambian el destino de toda la humanidad. Ambos responden a su época, a sus herramientas y a su contexto.

Pero hay una diferencia esencial:

los influencers de hoy influyen en cómo vivimos; los de 1927 influyeron en cómo funciona el mundo.

Por eso, mirar aquella foto de la Conferencia Solvay es mirar un momento irrepetible: el instante en que las mentes más brillantes del planeta coincidieron para empujar la frontera del conocimiento. Un recordatorio de que la influencia más perdurable no es la que busca ser vista, sino la que se atreve a pensar lo que nadie más se anima a imaginar.

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