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sábado, 8 de noviembre de 2025

El Zorro de Guam: la increíble historia de Sakae Oba, el oficial japonés que resistió más de 500 días tras el fin de la guerra

¿Sabías que un solo oficial japonés logró mantener en jaque a todo un ejército estadounidense durante más de quinientos días? La historia de Sakae Oba, conocido como “El Zorro de Guam”, parece sacada de una novela de espionaje, pero ocurrió realmente en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que comenzó como un acto de supervivencia terminó convirtiéndose en una de las gestas más sorprendentes del siglo XX: la resistencia silenciosa de un hombre que se negó a rendirse, incluso cuando su país ya lo había hecho.

El Zorro de Guam

La caída de Guam y el nacimiento de una leyenda

En julio de 1944, tras feroces combates, Guam, una isla estratégica del Pacífico, cayó bajo control de las fuerzas estadounidenses. La batalla fue breve pero devastadora: miles de soldados japoneses perdieron la vida, y los pocos sobrevivientes fueron capturados o se internaron en la selva.

Entre ellos estaba el teniente Sakae Oba, un médico militar del 38.º Regimiento de Infantería del Ejército Imperial Japonés. Tenía poco más de 30 años, un carácter sereno y una mente brillante para la estrategia. Cuando su unidad fue destruida, Oba reunió a un grupo de soldados heridos y a más de un centenar de civiles japoneses que habían quedado atrapados en la isla. En lugar de rendirse, decidió llevarlos a la jungla, donde comenzaría una resistencia tan ingeniosa como desconcertante.

La selva como fortaleza: 512 días de resistencia

Durante 512 días, Sakae Oba convirtió las montañas de Guam en su territorio. Sus hombres lo seguían sin dudar: vivían de lo que la selva ofrecía, cazaban, recolectaban, y se movían constantemente para evitar ser detectados. Oba conocía cada sendero, cada arroyo y cada punto estratégico desde donde podía observar los movimientos enemigos.

De noche, descendía en silencio para espiar los campamentos estadounidenses. Sabía cuándo atacar, cuándo desaparecer y, sobre todo, cuándo esperar. Sus emboscadas quirúrgicas y su precisión táctica desconcertaban a los Marines, que creyeron durante meses que se enfrentaban a un batallón completo escondido entre los árboles.

En realidad, el grupo de Oba apenas superaba las 40 personas en combate. Pero su disciplina, su dominio del terreno y su capacidad de coordinación hacían parecer que eran cientos.

“The Fox”: el enemigo imposible de atrapar

Los estadounidenses, frustrados ante la imposibilidad de capturarlo, comenzaron a llamarlo “The Fox of Guam” (El Zorro de Guam). Nadie sabía cómo lograba desaparecer entre la vegetación ni cómo obtenía suministros. Los informes militares estadounidenses describían ataques repentinos, sabotajes precisos y huellas que se desvanecían sin dejar rastro.

Algunos soldados llegaron a creer que era un mito, un fantasma que aparecía y desaparecía para mantener vivo el miedo en la selva. Pero Oba existía, y su estrategia era tan efectiva que incluso después de que Japón anunciara su rendición en agosto de 1945, él siguió resistiendo.

El fin de la guerra… que él no creyó

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, las autoridades estadounidenses lanzaron miles de panfletos desde el aire informando de la rendición de Japón. También usaron altavoces para transmitir mensajes en japonés, invitando a los últimos combatientes escondidos a entregarse sin temor.

Pero Sakae Oba no cayó en la trampa. Desconfiaba de la propaganda enemiga. Para él, hasta no recibir una orden oficial de su mando, la guerra seguía. Su deber era proteger a sus hombres y a los civiles que lo acompañaban, y no iba a arriesgar sus vidas por un rumor.

Durante meses continuó en la selva, manteniendo la moral del grupo, organizando patrullas y evitando todo contacto directo con los estadounidenses. A pesar de la escasez de alimentos y medicamentos, nadie murió bajo su mando: Oba logró lo imposible, mantener viva a su pequeña comunidad en medio de la nada.

La rendición más honorable de la Segunda Guerra Mundial

No fue hasta diciembre de 1945, cuatro meses después del final oficial del conflicto, que un oficial estadounidense logró contactar directamente con él. Tras largas conversaciones y la presentación de documentos firmados por las autoridades japonesas, Oba aceptó rendirse.

El 1.º de enero de 1946, Sakae Oba salió de la selva al frente de sus hombres, marchando en formación perfecta, con los civiles detrás de ellos. Lo hizo con la cabeza en alto, con su uniforme limpio y su bandera japonesa cuidadosamente doblada.

Lejos de ser recibido con hostilidad, los Marines estadounidenses formaron filas y lo saludaron con respeto militar. Sabían que no estaban ante un enemigo común, sino ante un estratega excepcional. Durante más de 500 días, ese hombre y su pequeño grupo habían logrado burlar al ejército más poderoso del mundo.

De enemigo a símbolo de respeto

Tras su rendición, Oba fue repatriado a Japón. Vivió una vida tranquila, lejos de los reflectores, aunque su historia pronto se hizo conocida. Fue retratado como un héroe de disciplina, honor y humanidad: nunca mató innecesariamente, protegió a los civiles y demostró una lealtad inquebrantable a sus principios.

Décadas más tarde, su historia inspiró libros y películas, entre ellas “Oba: The Last Samurai” (2011), protagonizada por Yutaka Takenouchi, que relata sus últimos meses de resistencia en Guam.

Sakae Oba murió en 1992, pero su legado sigue vivo. En Japón se le recuerda como el ejemplo perfecto del bushidō, el código del guerrero: valentía, compasión y honor hasta el final. En Estados Unidos, muchos lo consideran una figura admirable, un soldado que supo ganarse el respeto de sus adversarios a través de su inteligencia y su humanidad.

Una historia que trasciende la guerra

La historia del Zorro de Guam no trata solo de guerra o estrategia, sino de convicción. En medio del caos y la derrota, un solo hombre eligió proteger la vida, mantener la dignidad y actuar según sus valores, aunque eso significara permanecer aislado en una jungla durante más de un año.

Hoy, su historia se estudia como un ejemplo de resistencia y liderazgo, una lección sobre cómo incluso en los peores momentos, la voluntad humana puede superar cualquier adversidad.

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